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lunes, 3 de octubre de 2011

Capítulo 30 - Comandante Sanchez

El comandante Sanchez era un hombre al que le gustaba dar protagonismo a los soldados de su escuadrón. Aunque, en verdad, era para no mancharse las manos. Tenía fama de ser el mayor vago que se había alistado como mercenario, pero, a su vez, tenía grandes ideas y una puntería espectacular desde la distancia. Aferrando la ametralladora del todoterreno contemplaba ya el objetivo que tenían que asaltar, preguntándose por qué aquel almacén. No parecía tener nada de importante al menos desde fuera y dudaba que albergara armas ya que debían de haber interceptado el barco mercantil ya. De todos modos sus órdenes eran asaltarlo y ahí estaban ya.

-Ya sabéis lo que teneis que hacer-dijo el comandante cuando se paró el todoterreno a varios metros de la puerta-. Haced que salgan por la puerta principal y yo me encargaré de ellos-ordenó a cinco soldados señalando la parte trasera para que se infiltrasen desde ahí. Luego miró a los cuatro restantes-. Vosotros quedaos conmigo para tenderles una emboscada. No creo que salgan muchos por esta puerta y tendreis que entrar para cargaros a los rusos restantes.

Contempló cómo el primer grupo salía corriendo hacia la entrada trasera manteniendo firmes sus armas en posición horizontal a la altura de su pecho. A los dos minutos empezaron a sonar los disparos, pero no salía nadie por la puerta principal. En el interior del almacén se había montado un tiroteo que los hombres del cártel intentaban controlar a pesar del factor sorpresa y que en la primera ráfaga había caido una decena de sus compañeros. Querían mantener posiciones y evitar que el ejército de mercenarios siguiera avanzando a pesar de que los soldados tomaban coberturas estratégicas cercanas a sus posiciones donde se ocultaban para poder avanzar al tiempo que abatían enemigos.

Sanchez empezaba a incomodarse al ver que su plan no estaba saliendo como esperaba, pero quiso aguantar un poco más para ver si algún cobarde decidía retroceder y huir para salvar su vida. Ordenó al conductor del todoterreno que avanzara un poco y se acercara a la puerta mientras los cuatro soldados que le acompañaban caminaban rodeando el vehículo con sus armas preparadas apuntando ya al punto donde deberían de salir los primeros hombres del cártel. Cuando vio que no iba a salir nadie, hizo una señal con las manos para que los soldados reforzaran el ataque en el interior rodeando al enemigo.

Mientras tanto, aprovechó para seguir con su costumbre en el campo de batalla a la espera de que volvieran sus soldados. Se sentó apoyándose en una de las barras del vehículo mientras sacaba uno de sus puros en el bolsillo de la chaqueta y el encendedor en el bolsillo contrario. Tras quitar el plástico, encendió el puro dándole una calada y expulsó el humo con un suspiro.

-¿Crees que tardarán mucho en cargarse a esos putos rusos?-le preguntó al conductor.

-Somos soldados más o menos entrenados como en el ejército, señor-contestó asomando la cabeza por la ventanilla-. Ellos son unos aficionados de mierda que se creen una mafia por tener armas. No tienen posibilidades de seguir en pie tras la batalla.

-Esos aficionados ya han causado problemas a Chang y su tríada. Al menos eso es lo que se comenta en la UPD.

-Una cosa es luchar en su propio terreno y otra luchar en esta ciudad. Este sitio es un infierno, digan lo que digan los demás...

Ambos soltaron una pequeña risotada al mencionar el infierno que resultaba vivir en aquella ciudad y se quedaron en silencio esperando el cese de los disparos, cese que no llegaba nunca. La paciencia no solía ser una virtud del comandante Sanchez, pero aquel día no tenía ninguna alternativa. Además, aun necesitaba esperar nuevas instrucciones para después del asedio al almacén, ¿qué otra opción le quedaba? Aprovecharía la necesidad de esperar a las nuevas órdenes para intentar calmarse un poco y ver si sería capaz de esperar pacientemente antes de que los nervios le alteraran y le hicieran entrar en el mismísimo almacén con aquel vehículo.

Dio otra calada más al puro, tranquilizándose un poco más. No paraba de pensar todavía en que quería que terminasen de una vez con aquel tiroteo que se estaba prolongando, en su opinión, demasiado tiempo. Una tercera calada marcó el final de su paciencia y se bajó del todoterreno tirando los restos del puro al suelo y pisándolo para apagarlo.

-Voy a ver qué está pasando dentro, no me parece normal esta lentitud-dijo mientras caminaba hacia el almacén, sacando un revolver S&W modelo 629. El conductor asintió con la cabeza proponiendo acompañarle mientras salía del vehículo cogiendo una escopeta Remington que había dejado en el asiento del copiloto.

El soldado avanzó por delante de su comandante corriendo poniendo la escopeta encima de su hombro. Se ocultó detrás del muro de la entrada al almacén apoyando la espalda en la pared mientras se desplazaba lateralmente hacia la abertura para ver en el interior. Sanchez, a su vez, seguía acercándose con lentitud sin prisa. El soldado hizo una señal para pedir permiso y entrar a disparar. Nada más recibir la aprobación de Sanchez, corrió a esconderse detrás de unos barriles sin disparar todavía, ya que no disponía de munición suficiente y quería ahorrarla para momentos en que tuviera acierto seguro. Era el inconveniente de tener un arma de emergencia por ser conductor.

Mientras todos los soldados estaban dispersados a lo largo de todo el edificio, incluso ocupando las pasarelas superiores que llevaban a un despacho, cuyas ventanas habían quedado totalmente destrozadas por el tiroteo.

El grupo que había entrado por detrás del edificio trataba de ganar terreno y hacer retroceder a los rusos para que cayeran en la trampa que pensaban que aun estaría preparada. Nada más ver el primer soldado a su comandante, indicó que cambiasen de formación y se dispersaron cubriendo más terreno a lo ancho del recinto, ocultándose tras enormes cajas metálicas dedicadas al transporte de mercancias.

Sanchez sonrió satisfecho al ver aquel panorama. A pesar de la lentitud de la operación, estaban dispersándose con la profesionalidad que les caracterizaba. Se metió dentro del almacén disparando a los miembros del cártel que aparecía en su rango de visión dirigiéndose a las escaleras que condicían a las pasarelas superiores. Quería echar un vistazo a aquel despacho que se encontraba en la zona superior, tenía la sensación de que había algo importante ahí dentro. Si no, ¿por qué iba a interesarse Diana en aquel almacén abandonado de la mano de Dios, perdido en mitad de los montes?

Cuando se metió en la zona de impacto de las balas enemigas se vio obligado a avanzar corriendo tratando de ocultarse en todos los sitios posibles, empleando las barandillas como pequeños puntos de cobertura. A apenas tres metros de distancia saltó al interior del despacho escudándose al fin detrás de la pared y se mantuvo agachado para no arriesgarse a ser alcanzado. Mientras, buscaba por todos lados posibles lugares de interés. Centró su atención en unos ficheros hasta que sonó su teléfono móvil.

-Necesito que te traigas tu escuadrón al puerto-habló una voz femenina-. Estamos teniendo problemas con la carga.

-¿Y por qué no llamas a tu "novio"?-se quejó Sanchez.

-El comandante Karter está persiguiendo todavía sus objetivos. Tu operación puede esperar, no es de vital importancia-respondió con frialdad la voz de Diana antes de que se cortase la llamada.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Capítulo 29 - El aeropuerto del terror

No había recibido órdenes ni informes de situación acerca del primer escuadrón de ataque, pero tenía las instrucciones demasiado precisas y no quería fallar en su primera misión ahora que le habían dado una oportunidad de volver a recibir un trabajo para ganarse la vida. Pocos minutos antes de que dieran las cuatro en punto, dos coches negros con cuatro ocupantes en cada vehículo se detuvieron frente a la puerta del aeropuerto. Sus ocupantes salieron al unísono y, siguiendo las instrucciones de su comandante, entraron en formación con sus armas a la vista, sin importar la seguridad que había.

Ni un minuto tardaron en empezar a distribuirse las balas para el tiroteo con los guardias de seguridad. Mientras cuatro de los soldados aseguraban la entrada, Karter avanzó junto a tres compañeros para adentrarse aun más en la terminal en busca de su objetivo. Se preguntaba cómo iba a poder reconocerles, ya que lo único que sabían es que eran aliados de Petrov y que controlaban el este de Voronezh, pero, ¿acaso tendrían alguna similitud al cártel de Andrei?

Por suerte para él, habían varios miembros del cártel para protegerles como muestra de gratitud por el interés en la alianza con el cártel. Por desgracia para él, los disparos ya les habían alertado y habían comenzado a disparar hacia ellos para mantenerlos a raya. Los primeros disparos les obligaron a esconderse detrás de una columna mientras el enemigo exclamaba algo en ruso, por lo que no pudo entender nada. Supuso que estarían ordenando a sus aliados que se retiraran hacia el avión.

-Tenemos que interceptarlos antes de que despegue-ordenó Karter.

-No se preocupe, señor, no creo que les den permiso para despegar mientras sigamos provocando todo este alboroto-informó uno de sus soldados al tiempo que recargaba su arma-. Lo único que tenemos que hacer es seguir cargándonos a estos gilipollas y luego a por el avión.

-¿Y si escapan?-preguntó Karter.

-Ya les interceptaremos. Lo importante es que no salgan de la ciudad mientras los demás escuadrones sigan atacando los puntos clave.

Aquellas palabras no sirvieron para calmar su nerviosismo, pero lo pensó más a fondo y supuso que tendría razón, que podría servir. A pesar de todo poco le tranquilizaba saber que podrían llegar a perder el rastro a aquellos mafiosos. Pidió fuego de cobertura para cambiar su posición sin que el enemigo se enterase y salió corriendo agachado desde la columna donde se ocultaba hasta detrás de un mostrador de información. Se asomó un poco cuando llegó a su nuevo punto y comprobó cómo se encontraba la situación.

Los guardaespaldas del cártel no se habían percatado todavía del nuevo paradero de Karter y aprovechó su despiste para abatir a dos de ellos con dos disparos. Su siguiente disparo consiguió alcanzar a un tercer hombre, pero solo le rozó el brazo ya que se ocultó justo en el preciso momento del balazo. Maldijo su lentitud, podría haber conseguido limpiar un poco más el terreno. De todos modos había derribado a dos soldados, ya era algo más de lo que habría conseguido escondido tras el pilar.

Miró a todos lados en busca de un posible nuevo punto de cobertura que le diera un ángulo diferente para poder disparar de nuevo. Al mirar hacia el pasillo por donde vinieron observó a un grupo de guardias de seguridad corriendo hacia su posición. Llamó la atención de sus aliados y les dio fuego de cobertura para que se dispersaran. Uno de los soldados se escondió detrás del mostrador de información con él.

-Mierda, esto se complica-maldijo Karter.

-No se preocupe, comandante, no hay mal que por bien no venga-dijo riéndose el soldado-. Ahora los guardaespaldas están ocupados con los policías y estamos dispersados en dos grupos.

-Creo que sé a dónde quieres llegar-comentó pensativo Karter-. Únete al grupo en el otro extremo y diles a tus dos compañeros que se dirijan al avión a por los objetivos. Nosotros reforzaremos la presión sobre los guardaespaldas y trataremos de bajar la presión policial para escapar. Atacaremos desde dos flancos.

-Iba a decir que podríamos atacar directamente a ambos frentes, pero creo que su idea era mejor-rió el soldado y corrió hacia el otro extremo del pasillo aprovechando dos fuegos de cobertura: Los disparos de Karter contra la mafia y sus propios disparos contra los guardias de seguridad.

Tras transmitir el mensaje de la estrategia que acababa de trazar a los soldados del otro flanco, le hicieron una señal a Karter para que les diera fuego de cobertura otra vez. Los dos que se encargarían del avión empezaron a correr junto al tercer hombre que les acompañaba solo para impedir que los enemigos pudieran atacarles, disparando a bocajarro contra su posición y obligándoles a desplazarse a otro punto de cobertura. Karter captó la intención de su compañero y se apresuró a reforzarle procurando rodear a los guardaespaldas.

A su vez, la policía aprovechaba la pausa del fuego en su contra para adelantar posiciones. Karter se encontraba despistado centrándose en inmovilizar a los tres guardaespaldas que quedaban. Aquel despiste podría haber causado su perdición de no ser por la rápida intervención de su compañero, quien disparó en la cabeza a un agente que tramaba golpear con su porra en la nuca al comandante. Dudó un segundo sobre qué hacer y acabó decidiendo quitarle la vida a sus rehenes para poder centrarse nuevamente en el cuerpo de seguridad que actuaba cada vez con más presión sobre el aeropuerto.

Tras dejar el pasillo lleno de cadáveres y quedando solo el soldado y su comandante, el mayor se acercó al cristal que mostraba los exteriores del aeropuerto. Llegó a tiempo para ver cómo sus objetivos corrían hacia un par de coches negros poco antes de que los dos soldados que se habían colado en el avión salían de la pasarela corriendo para informar.

-Coged uno de esos coches que transportan el equipaje y perseguidlos-ordenó Karter a los dos soldados de antes-. Nosotros dos nos uniremos a la fuerza de entrada. ¡Rápido!

Todos asintieron con la cabeza y se dispersaron nuevamente en dos grupos diferentes. Por el camino, Karter nombró a su compañero segundo al mando de aquella operación para próximas divisiones de grupo. Conforme llegaban a la entrada del aeropuerto los disparos resonaban con mayor fuerza e intensidad, pero eran pocos. Apenas quedaban cuatro policías que cayeron al suelo muertos a los pocos segundos después de que Karter llegase.

No dio tiempo a que se reagruparan cuando el comandante ordenó a gritos nuevamente que se introdujeran en los coches para interceptar a los mandamases enemigos. No tenían apenas tiempo que perder pues, a pesar de que el camino hacia la calle desde las pistas de aterrizaje era bastante largo, estaba casi seguro que no les habría importado coger un atajo a través del edificio colándose por los ventanales de la planta baja.

La presión policial había disminuido considerablemente y fuera sonaban las sirenas de los coches patrullas, pero no había ningún agente vivo. Tardarían algunos minutos en llegar los refuerzos, así que salieron con tranquilidad y corrieron a los coches, aun estacionados a pocos metros de la entrada. Los conductores aceleraron todo lo que pudieron nada más arrancar cuando vieron los dos vehículos negros salir cargándose la barra de entrada en el aparcamiento.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Capítulo 28 - Primer golpe

 Era el grupo más numeroso de los tres. Era un total de diez miembros metidos en un barco pequeño, además de otros cinco miembros para asegurar el puerto. El barco era como un yate, pero estaba bien equipado con lanzatorpedos y una ametralladora en la torreta central. La ametralladora estaba en manos de un vigía que se encargaba de asegurarse de que no hubiesen problemas durante la travesía. Mientras, en la sala de mandos se encontraba Diana junto a uno de sus hombres. Ella no sabía pilotar aquel vehículo, por lo que tuvo que llamar a su soldado. Asímismo había otro hombre en el camarote de al lado, que lo habían acondicionado para meter todo tipo de aparatos informáticos. Controlaba desde uno de los monitores las señales de radar que se producían alrededor de la embarcación, además de la ruta que debían seguir.

Eran los primeros en atacar, lo que les convertían en los primeros de toda la operación. Diana se veía un poco nerviosa mientras contemplaba el morro del barco desde la ventana frontal de la sala de mandos. Tal era el nerviosismo que no paraba de moverse de un lado a otro por la sala de mandos. El piloto agradeció la visión del barco que iban a asaltar a lo lejos, en el horizonte.

-Preparados para el abordaje, no se permitirán fallos a lo largo de la operación-comunicó Diana por el interfono.

Los soldados se movieron con rapidez por la cubierta del barco. Cuando estuvieron cerca, las primeras detonaciones que se escucharon fueron de la ametralladora, que disparaba a ráfagas a lo largo de la barandilla de cubierta del barco enemigo para dejar vía libre a los asaltantes. Se lanzaron cuerdas con ganchos que permitieron el ascenso a la cubierta y pronto se unieron los disparos de los guardias y de los soldados. El tiroteo empezó rápidamente antes de que diera tiempo a que subieran todos. Diana fue la última en ascender.

En el centro del barco se encontraba un helipuerto que se utilizó como escudo, además de varios barriles y cajas repartidas por toda la cubierta. Se habían pertrechado con armas automáticas, generalmente fusiles automáticos M16. Quedaron finalmente en el barco enemigo solo siete soldados junto a Diana; los tres restantes se encargaban de la torreta de vigía, de mantener el barco listo para partir y para comprobar las señales de radar. Tres soldados avanzarían con Diana por un lado mientras los otros cuatro avanzarían por otro lado para cubrir más terreno.

Aprovechando unas cajas de suministro, Diana condujo a sus soldados abriéndose paso a base de balazos abatiendo a los guardias que les salían al paso. Llegaron ambos grupos a las compuertas de acceso al interior del barco y las abrieron al unísono, tomando por sorpresa a los guardias cuando se vieron acorralados. Las ráfagas de balas duraron poco tiempo, derribaron a los enemigos rápidamente. Nuevamente volvieron a dividirse los miembros grupos cuando se encontraron en las escaleras. El grupo de Diana descendió hacia donde debía encontrarse el cargamento de armas por el que asaltaban aquel barco. El otro grupo ascendía a los pisos superiores para hacerse con el control del barco.

El segundo grupo, el del ascenso, no encontraron apenas resistencia en las escaleras y abrieron la puerta de golpe, entrando apuntando a todos lados. Aquella sala de mandos era mucho más grande que la de su propio barco y el equipo informático bastante más completo. Por lo tanto el personal que para encargarse de todo aquello era también bastante elevado. Un total de diez hombres vestidos con camisa y corbata miraron horrorizados a los soldados que habían entrado a la fuerza. Esta vez no hubieron disparos, tomaron a aquellos hombres como rehenes para que siguieran conduciendo aquella embarcación hacia el puerto. Uno de los soldados habló por el walkie talkie:

-Sala de mandos asegurada. Esperando órdenes.

-Prepárense para la segunda fase-ordenó Diana-. Aprovechen las comunicaciones para contactar con el grupo de tierra-añadió.

Mientras tanto, ella se veía con problemas. Habían decenas de guardias en la sala del cargamento. Por suerte, aquellos eran los últimos hombres que quedaban con vida a parte de los técnicos y sus soldados. Ordenó el lanzamiento de una granada cegadora para poder avanzar, ya que se habían quedado atrapados en la compuerta del pasillo. Igualmente lanzaron también una granada de humo para que les cubrieran y entraron disparando a discreción. A pesar de todo, tuvieron que buscar cobertura detrás de unas cajas, pero por lo menos habían conseguido avanzar y matar a dos o tres guardias.

-Necesitamos dos hombres más en la sala de carga-ordenó Diana por el walkie talkie. A los pocos minutos llegaron los refuerzos. Pasaron desapercibidos y nadie esperaba que llegasen, así que aprovecharon la situación y amasacraron todo lo que pudieron al enemigo.

Había llegado otra vez el momento de avanzar, por lo que Diana y el resto de su grupo salieron de su escondite por el otro lado de las cajas. El enemigo se encontró medio rodeado teniendo soldados por dos flancos y cayeron fácilmente. Con el cese de los disparos llegó un silencio sepulcral solo interrumpido por el ruido de los motores. Diana suspiró cansada y se acercó a las cajas del cargamento, echando un vistazo a su interior.

Efectivamente, era un cargamento de armas traido por vía marítima. Diego Cortés había hecho un gran negocio, pensó la capitana. Volvió a hablar por el walkie talkie para informar que volverían ya al puerto, que tenían el cargamento. Tras sus órdenes, salió de la sala junto a dos soldados que escoltarían el barco carguero desde su embarcación.

Ambos vehículos náuticos se pusieron en marcha. El barco pequeño iba delante del carguero mientras el soldado de la torre de vigía estaba atento empuñando todavía la ametralladora. Diana se quedó dentro de la sala de mandos, sentada en un sofá que había detrás del sillón del piloto, justo enfrente de una nevera. Necesitaba descansar, no estaba acostumbrada todavía a tanto caos. Se acomodó en el sofá y cerró los ojos un instante.

Su descanso se interrumpío con el estallido de varios disparos de la ametralladora. Se puso en pie y miró hacia delante del barco. Desde la ventana pudo ver que aun habían pequeños puntos de resistencia intentando mantener el control del puerto a pesar del avance que habían conseguido los soldados. Una explosión consiguió abatir a varios enemigos. La combustión fue el resultado entre el impacto de una bala de la ametralladora y un barril lleno de combustible, seguramente gasolina.

-Dadme fuego de cobertura, voy a unirme a la escuadrilla-informó la capitana saliendo de la sala de mandos mientras el piloto retransmitía el mensaje desde el interfono al francotirador.

El francotirador de la ametralladora disparó a bocajarro contra los puntos de cobertura donde se escondían los enemigos, directamente hacia un punto donde impedía a los que estuvieran dispersos que pudieran salir de su cobertura. Diana aprovechó esos disparos para salir del barco y saltar hacia el muelle, corriendo al puerto mientras preparaba su pistola. Recordando lo que le enseñó Karter en sus entrenamientos, se escondió detrás de un muro y se desplazó hacia un extremo para buscar un punto donde poder disparar sin problemas.

Parecía que iba a ser trabajo fácil pero de repente un coche negro se dirigía a gran velocidad hacia su posición. Los ocupantes de los asientos traseros sacaron sus armas por las ventanillas disparando a Diana y obligándola a retroceder corriendo hacia el barco.

martes, 13 de septiembre de 2011

Capítulo 27 - Noticias y objetivos

Empezó a amanecer lentamente. Los débiles rayos del sol se filtraban por entre la ventana y las cortinas iluminando levemente la habitación. El primero en despertar fue Karter. Permanecieron en la misma posición toda la noche desde que se acostaron, abrazándose mutuamente. Tardó algún tiempo en darse cuenta de aquello y se sonrojó. Después intentó soltarse con delicadeza intentando que no se despertara... pero consiguió todo lo contrario. Diana se abrazó un poco más a él al notar que se estaba soltando y se removió un poco despertándose con lentitud. Cuando se despertó por completo comenzó a desperezarse y soltó a Karter para estirarse y bostezar. Segundos después se unió a los sonrojos y miró al suelo sin saber qué decir.

-Buenos días...-rompió el hielo Karter, un poco incómodo-. Esto... ¿Has dormido bien?

Diana asintió con la cabeza y volvió nuevamente el silencio. Se quedaron quietos, sentados en el sofá, sin atreverse a mirarse el uno al otro. El sonido del teléfono alteró aquella tranquilidad y Diana se levantó rápidamente para ir a responder. La llamada duró casi diez minutos. Cuando la chica regresó al salón sonrió un poco.

-Creo que va a ser mejor que te des una ducha y te prepares cuanto antes, hoy vamos a tener un día un poco estresante-anunció cruzándose de brazos.

Karter asintió con la cabeza y se puso en pie. Diana señaló dónde estaba el baño y, tras asegurarle que le dejaría ropa limpia en su habitación, dejó al chico a solas. Mientras él se duchaba ella se dispuso a realizar algunas llamadas telefónicas a varios miembros del grupo de mercenarios. Aprovechó para anunciar que esa misión tendría una pequeña sorpresa para el grupo. Se trataba de la incorporación de Karter, aunque no quiso revelar nada antes de tiempo.

Terminaron más o menos al mismo tiempo y, sin mediar apenas palabras, Diana le indicó que la siguiera, saliendo rápidamente de su casa. Al bajar hasta la calle, un coche deportivo azul les esperaba fuera. En un principio, Karter dudo si entrar o no, ya que el color le hacía relacionar con BdS. Pero Diana se empeñó en que entrase y tuvo casi que forzarle a entrar.

-¿Volvemos a tener un trabajo conjunto con BdS, señora?-preguntó el conductor mirándola a través de espejo retrovisor mientras ponía en marcha el vehículo. Diana negó con la cabeza y el conductor miró al chico sin entender qué pasaba, pero no preguntó nada y se limitó solamente a llevarles al punto de encuentro.

Estaba bastante lejos, o, por lo menos, tardaron como media hora en llegar. Al frenar en un descampado, Karter pudo ver varios vehículos similares con la única diferencia en el color de la carrocería. Además, había bastantes personas armadas dispersadas por toda la zona, hablando entre ellos. Algunos reían, otros estaban bastante serios. Pero todos se callaron al mismo tiempo cuando su capitana abrió la puerta del coche saliendo en interior del vehículo. Su acompañante hizo lo mismo y la siguió hacia los demás soldados.

-Como os he dicho a algunos por teléfono, hoy tengo una noticia que daros-empezó a anunciar-. Raul, lider de nuestro grupo aliado Balas de Sangre, despidió anoche a un ex-integrante suyo, Karter, aquí presente. Teniendo en cuenta la importancia que tiene Karter en esta guerra, he tomado la decisión de que forme parte de nuestro ejército y he pensado que lo mejor sería, dada su experiencia en este conflicto, nombrarle comandante.

Todos comenzaron a murmurar confusos debido al shock que suponía aquella nueva noticia y la integración de Karter como comandante nada más entrar en el grupo. Sí era cierto que muchos entendían que su experiencia en el grupo de Raul le respaldaba, pero también era verdad que algunos de los que aun no eran más que soldados tenían más tiempo en el ejército de Diana y que habían trabajado quizás hasta más duro que Karter. Entonces salió la polémica de que Karter era otro enchufado y comenzaron los rumores. Algunos decían que estaban saliendo juntos, otros que la decisión de Diana solo era una estratagema para ganarse el respeto de la UPD. El descontento creció con el paso de los segundos y Karter disparó su pistola dos o tres veces al aire para callarles.

-¡Os guste o no os guste su decisión, teneis que respetarla como miembros del ejército!-gritó Karter cuando todos se callaron-. ¿Qué más da que yo sea comandante o un soldado más? Solo soy un integrante más en el grupo. Aquí el reconocimiento no se gana con rangos, se gana con batallas. El grupo no son los altos mandos, lo somos todos los miembros que luchamos misión tras misión y avanzamos en esta maldita guerra. ¿Y os vais a enfurecer solo porque he entrado? Ni siquiera era mi intención entrar en el grupo, ni siquiera tenía pensado seguir en la ciudad. Pero Diana quiso que me uniera a ella y me uní, nada más-soltó un leve suspiro y, tras estar en silencio unos segundos, volvió a hablar de nuevo-. Si voy a crear discordia en el grupo, prefiero marcharme y buscarme la vida en otro sitio.

Se dio la vuelta y empezó a andar bajo la triste mirada de Diana. Los soldados agacharon la mirada avergonzados por su actuación y uno de ellos salió al paso de Karter, deteniéndole en mitad del camino.

-Sentimos habernos puesto así... Los cambios tan recientes suelen traer este tipo de polémica, incomodidad y desconfianza, señor-se disculpó y Diana se acercó a ambos.

-Basta de disculpas, tenemos demasiado trabajo que hacer hoy-dijo tirando de ambos para que se acercaran al grupo-. Me he cansado de que no avancemos en esta guerra y puesto que ni Raul ni los demás miembros de la UPD se atreven a dar un paso adelante, lo daremos nosotros. Antes de empezar con los detalles, quiero disculparme con los soldados que sufrieron mi desahogo tras salvarme del secuestro de Andrei. Como compensación, podrán descansar todo el tiempo que quieran antes de volver a luchar. Ahora, los detalles: Nos vamos a dividir en tres escuadrones. El escuadrón 1 estará bajo mi mandato y atacará un barco mercantil que se dirige hacia el puerto. La hora prevista para que atraque en puerto es a las cinco de la tarde, por lo que lo asaltaremos a las tres cuando aun esté algo alejado de la costa. Lo abordaremos con lanchas.

-¿Quiénes irán en ese escuadrón?-preguntó Karter, interrumpiendo.

-Eso se decidirá luego-contestó sin mirarle y siguió con la explicación-. El escuadrón 2 estará bajo las órdenes de Karter. Sé que no está acostumbrado a la actividad del ejército pero sabrá manejarse. Además, se encargará de atacar a los nuevos aliados del cártel en el aeropuerto. Según algunas fuentes, una mafia rusa que controla el este de Voronezh ha firmado un acuerdo con el señor Petrov, motivo por el cual celebraban la fiesta donde nos secuestraron. Su vuelo sale a las cuatro y media de la tarde por lo que habría que interceptarle media hora antes mientras aun está en la terminal. Será un trabajo fácil liquidarlos, el único problema será la policía.

-Eso es fácil, no sería la primera vez que tengo problemas como ese-comentó Karter encogiéndose de hombros-. Mientras mis chicos estén dispuestos a disparar, será trabajo fácil.

-De acuerdo, me quedaré más tranquila entonces-comentó Diana y siguió nuevamente con la información-. El tercer escuadrón asaltará una vieja fábrica que están utilizando esos rusos como base de operaciones. Cogerán un todoterreno con ametralladora para facilitar el trabajo, pero que tengan cuidado y que no le pase nada al vehículo, pues lo necesitaremos después. Atacarán a las tres y media para mantener el ritmo de los ataques y así poder confundir al enemigo. Estarán bajo las órdenes del comandante Sanchez. Después nos reuniremos todos en el parque del norte para dar el siguiente paso. Comandantes, elijan a los hombres que llevarán.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Capítulo 26 - Nuevo comienzo

Nada más salir del bloque de apartamentos cogió su móvil y empezo a marcar un número. Ya que tenía que irse, por lo menos se despediría, era lo mínimo que podía hacer. Tras tres pitidos, una voz femenina respondía a la llamada.

-Lo siento, ahora no me encuentro en condiciones para hablar, ya viste cómo me fui de ahí-se disculpó.

-Espera, es importante que hablemos-explicó el joven antes de que colgara la llamada-. Dudo mucho que volvamos a vernos más, tu hermano me ha despedido, ya no tengo ninguna relación con la banda y teniendo en cuenta que el cártel sigue detrás mía no es buena idea que me quede por la ciudad sin nadie que me cubra las espaldas, así que...

-Un momento, para el carro... ¿A qué te refieres con que mi hermano te ha despedido?-preguntó interrumpiendo la mujer-. ¿Cómo que no tienes ninguna relación con la banda?

-Pues eso, que ya no pertenezco a BdS y que tengo que buscarme la vida de nuevo-contestó Karter.

-¿Está loco? ¿Por qué ha hecho eso?

-Piensa que pude haber hecho algo para evitar que te secuestraran, piensa que debí de haber evitado que te vieras involucrada en ello-suspiró Karter respondiendo nuevamente a sus preguntas-. Y tiene razón, debí de haber hecho algo.

-Olvídalo, ya hablaremos de eso más tarde. ¿Dónde estás?

-Acabo de salir del apartamento, iba a dirigirme a los Asperones a ver si alguna de mis viejas amistades podían dejarme dormir en su casa, ¿por qué?

-Date la vuelta y espérame en el parque, junto a la fuente-ordenó Diana.

-¿Por qué he de hacer eso?

-Porque no tienes a dónde ir y no me perdonaría nunca que te pasara algo-explicó Diana-. Y deja de hacer preguntas, nos vemos ahí.

Karter no tuvo tiempo a responder nada más cuando la llamada se había cortado justo después de que Diana terminara de hablar. No entendía por qué le había citado en el parque, o, mejor dicho, por qué le iba a dar cobijo, pero en aquel momento con aquella situación no estaba en condiciones de negar la hospitalidad de Diana y acabó cediendo ante la propuesta de la mujer.

Las calles estaban bastante tranquilas, supuso que por el alboroto que se había formado en Pedregalejo, aunque pillaba bastante lejos. Aunque no era ninguna novedad por aquel entonces, no pasaba casi ningún coche patrulla, pero no le importaba en absoluto. Él caminó pensativo hacia el punto de encuentro que había acordado con Diana durante la llamada. Caminaba a paso rápido por si acaso Raul salía del apartamento, pues no quería encontrarse con él por el camino. Además, no había visto ningún coche aparcado delante del edificio por lo que dedujo pronto que había ido andando y que, por tanto, también volvería andando. Más motivos para acelerar el paso.

Nada más llegar al parque por las escaleras que había frente al campo de fútbol del C.D. La Unidad, pudo distinguir la silueta de una persona que le llamaba a lo lejos en una cuesta que conducía al barrio. Reconoció que se trataba de Diana y se acercó a ella corriendo, cruzando la carretera sin preocuparse de los vehículos, ya que no circulaba ninguno. Nada más estar uno enfrente del otro, la mujer se abalanzó contra él abrazándolo con fuerza. Karter, desconcertado, correspondió al abrazo. Segundos después, Diana se separó soltándolo algo sonrojada y le indicó que la siguiera.

-Ven, te llevaré a mi casa. Espero que no te moleste...

-Pensaba que la molestia iba a ser yo-negó Karter.

Diana negó con la cabeza en silencio y empezó a caminar seguida de Karter.

-Además, tengo una propuesta para ti, aunque en parte también es un favor para mi-dijo al cabo de un rato.

-¿De qué se trata?-preguntó el chico poniéndose a su lado.

-Sé que no puedo pagarte como hacía mi hermano, pero quisiera que trabajaras para mi-contestó.

-¿Trabajar para ti?-la mujer asintió con la cabeza-. Pues... no sé...

-Quizás así Raul se dé cuenta del error que ha cometido. Además de que me enseñaste todo lo que sé acerca de cómo manejar un arma y que eres importante para mi-se sonrojaron ambos, permaneciendo en silencio hasta llegar a un portal-. ¿Y bien? ¿Qué me dices?

-No puedo rechazar una oferta de trabajo teniendo en cuenta que no tengo dónde vivir-contestó Karter cruzándose de brazos.

-Podrás vivir en mi casa mientras encuentras algo, y te pagaré lo mejor que pueda pagarte, aunque ahora mismo no sea mucho.

-¿Y por qué quieres que trabaje contigo?

-Porque siempre me has ayudado y ya es hora que te devuelva el favor-se rió entrando dentro del edificio y caminando hacia el ascensor.

-Ya, el favor-dijo Karter siguiéndola.

-También por lo que te he dicho ya algunas veces... Me siento segura contigo...

La primera vez que le dijo aquello fue poco después de que se despertara de la inconsciencia. Karter se culpaba de no haber sido capaz de evitar que la pasara nada y decía una y otra vez que había fracasado, que no pudo protegerla y que no era capaz de hacerlo. Diana, por su parte, le abrazo y luego le puso un dedo en los labios para callarle. "No te culpes, has conseguido de sobra lo que te pedimos. Gracias a ti me siento segura" fueron sus palabras. Karter, al recordar aquello, sonrió y la abrazó.

-Sabes que solo me iré de tu lado si tú me lo pides-susurró.

Diana sonrió y entró en el ascensor junto a Karter, justo después de que la soltara. Subieron hasta un noveno piso y Diana salió primera dirigiéndose a una de las cuatro puertas que había en el rellano. Tras abrirla, invitó a pasar a Karter. Entraron y, tras enseñarle la casa, se fueron al salón.

-Será mejor que vayas a descansar un poco-sugirió Diana-. Mañana hablaré con Raul para que me explique todo lo que ha pasado a ver qué es lo que le ocurre.

-En cuanto a eso... quisiera preguntarte una cosa antes de dormir-dijo Karter mirándola a los ojos-. Antes te fuiste muy enfadada, parecías disgustada por seguir viva y...

-Karter, lo de antes, olvídalo. Fue un arrebato que tuve y que lo pagué con mis soldados sin querer-suspiró y se sentó en el sofá-. No me importa morir si con ello se consigue acabar con Andrei y con Diego. Si para que mi hermano pueda estar tranquilo he de morir, que así sea

Conforme decía esas palabras, Karter podía ver en sus ojos, a parte de tristeza, una seguridad en sí misma que no había visto nunca. Parecía estar convencida de todo aquello que decía. Entonces no supo qué decir, por lo que solo se sentó a su lado y la abrazo. La chica rompió a llorar y se hizo un silencio solo interrumpido por el llanto ahogado de Diana.

Para la chica, Raul era todo lo que tenía y se preocupaba muchísimo por él. Ya en su tiempo su hermano había arriesgado su vida para salvarla a ella y había hecho muchísimas cosas para ayudarla, desde acogerla en su grupo para protegerla hasta colaborar con su ejército. Estaba en deuda con él y lo mínimo que podía hacer era hacer todo lo posible para que aquella guerra acabara, para que Raul pudiera descansar tranquilo de una vez y que no tuviera más preocupaciones. Y si para ello tenía que morir no le importaba morir. Haría todo lo que estuviera en sus manos para conseguir aquel propósito, haría lo imposible por ver cumplido su objetivo.

Las lágrimas y el cansancio empezaron a hacer mella en ella y fue quedándose dormida lentamente en los brazos de Karter. No sabía si era por la comodidad de estar entre sus brazos, porque se sentía reconfortada gracias a Karter o solamente por el cansancio y el sueño, pero sus lágrimas cesaron de caer poco a poco segundos antes de que se quedara profundamente dormida.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Capítulo 25 - Despido

Llegaron al apartamento de Karter sin ningún problema. El joven no podía evitar escuchar las retransmisiones de los mercenarios quienes vigilaban las calles en busca de Andrei y de Diego. Se escuchaban a muchos diciendo que habían reconocido un vehículo en el que iba Petrov, pero las coordenadas que daban eran ilógicas e imposibles para calcular la ruta que seguían, ya que iban en direcciones opuestas. Pero aquello a Karter no le importaba en aquel momento, ya que tenía una bala en el brazo que le impedía prestar atención a los movimientos de los mercenarios, por no hablar de que bastante tenía con las preocupaciones acerca de Diana. ¿Por qué actuó así? ¿Por qué se fue enfadada por haber sido salvada en lugar de que matasen a Andrei? Estaba confuso, pero no podía hacer nada por aclararse...

Cuando bajó del vehículo se dirigió con paso firme hacia la entrada del bloque de apartamentos. Tecleó cuatro números en el portero y la puerta cedió para que pudiera abrirla sin necesidad de meter la llave, solo empujando. Caminó por el pasillo de la entrada encaminándose a las escaleras para subirlas y volver a cruzar un pasillo hasta la puerta de su apartamento. Un pequeño letrero de cristal lucía en relieve de mármol el número del apartamento con tres dígitos. El primer número consistía en el piso en el que se encontraba, los otros dos la puerta del apartamento.

Tocó el timbre y esperó unos segundos antes de que el ocupante de la vivienda abriera la puerta.

-¿Pelea con tu pareja?-se rió el hombre que le abrió.

-Calla, Nico, no estoy de humor-le respondió Karter entrando en el apartamento apartándolo de un empujón.

-Eh, ¿qué esperas? Me dejas aquí tirado y te vas con Diana a la playa toda la tarde. Y encima, para colmo, me entero de que has tenido fiesta y no me has llamado.

-Tienes razón, debí de haberte llevado, a ver si así la palmabas-suspiró Karter sentándose en el sofá-. Anda, quítame esta puta bala...

-¿Ahora me pides favores tras insultarme? Porque estoy de buen humor, que si no...

-¿Te recuerdo que vives aquí a costa mía?

-¿Te recuerdo que son órdenes de Raul? Además, que yo sepa, él es quien te paga el apartamento y todos los gastos que supone habitar esta casa.

-Le sale más rentable que pagarme-se rió mientras le pasaba unas pinzas y algo de algodón. Nicolai cogió las gasas y el esparadrapo.

-Esto te va a doler un huevo-comentó Nicolai metiéndole las pinzas para extraer la bala.

-¿Más que la bala? Lo dudo... Por cierto, ¿sabes algo de los mercenarios de Miss Diana?-preguntó Karter intentando no quejarse del dolor que suponía el contacto de las pinzas dentro de su herida.

-Solo sé que parece que están moviéndose, pero no sé nada más. ¿Por qué lo preguntas?-contestó Nicolai justo mientras sacaba la bala y tapaba la herida con el algodón mojado en alcohol.

-No, por nada-movió la cabeza de un lado a otro negando para quitarle importancia al asunto-. Solo tenía curiosidad.

Nicolai no se creyó esa excusa pero no dijo nada más mientras terminaba de curarle la herida a Karter. Cuando consiguió desinfectarla, tapó la herida con el esparadrapo y la gasa, no sin antes mojar la gasa en alcohol. Después, sin mediar más palabra, Karter se fue a su habitación, aquella en la que estuvo Diana durante su etapa en coma, y cerró la puerta. Abrió la ventana y se sentó en el borde, mirando hacia el cielo, pensativo. Quería saber qué es lo que le ocurría a Diana, pero no sabía cómo hablar con ella sin molestarla.

Miró el móvil varias veces pensando en si debía o no llamar a Diana, pero supuso que no querría hablar y que sería mejor idea dejarlo para el día siguiente. Suspiró cansado y lanzó el teléfono hacia la cama, cayendo junto a la almohada. Luego salió de su habitación hacia el salón, que hacía las veces también de comedor y de cocina, y abrió la nevera sacando una Heineken. Justo después salió hacia la terraza y se sentó en la barandilla de cristal mirando hacia la calle. En ese preciso instante pasaba un coche rojo que pronto reconoció como propiedad de los mercenarios gracias a la matrícula con el logotipo distintivo de ese ejército. ¿Tendrían BdS y UPD algún distintivo? se preguntó. De cualquier modo, nunca había visto a los miembros de BdS portando algún emblema distintivo, solo con pañuelos y palestinos azules. Además, casi nunca veía emblemas de bandas, aunque sí era cierto que veía muchos graffitis en las paredes con los nombres de las bandas.

Sin importarle mucho ese tema, volvió a pensar en cómo hablaría con Diana acerca de lo ocurrido. Tenía que hacerlo con tacto, eso lo tenía claro, para no enfadarla de nuevo, pero... ¿cómo? Acabó estando media hora asomado en la terraza hasta que se terminó la lata de cerveza. Entró dentro de la casa y se encontró a Raul sentado en el sofá.

-Espero que no te moleste mi presencia aquí-dijo con algo de frialdad en su voz-. Diana me ha contado lo ocurrido...

-Acerca de...

-¡¿Cómo cojones pudiste permitir que os secuestraran, maldito hijo de puta?!-gritó Raul levantándose del sofá y volcando la mesa, sacando su pistola. Nicolai, sin saber qué hacer, se quedó en el pasillo del recibidor, mirándolos desconcertado.

-¿Acaso contigo habría sido diferente?-preguntó Karter sin inmutarse.

-¡Yo por lo menos habría evitado que mi hermana estuviera metida en eso!

-¡¿Qué coño importa esto ahora?! Lo importante es que aun sigue viva y que el balazo me lo llevé yo, ¿vale?

-Debí de haber pensado bien en con quién dejar a mi hermana-suspiró Raul guardando su pistola-. Mañana al medio día te quiero fuera del apartamento, estás despedido-dijo mientras caminaba a la puerta-. No quiero que vuelvas a acercarte a Diana ni a BdS o haré que te vuelen la cabeza.

-¡Eh, eh, tío, cálmate! ¿Qué es eso de que le despides?-Nicolai se puso en medio para impedir que Raul se marchara-. Si no fuese por Karter, seguramente tu hermana no estaría viva, piénsalo. Además, muchas de nuestras misiones han salido bien gracias a él. Tío, es un miembro clave para la banda, no puedes despedirle.

-¿Acaso eres alguien para decirme lo que debo de hacer?-preguntó amenazante Raul, encarándose con Nicolai, quien empezó a sentirse algo intimidado-. Solo eres un mercenario bajo mis órdenes. A partir de ahora que se busque la vida donde sea, pero que no se acerque a mi banda

-No te preocupes, Raul, me largaré ahora. Lo último que quiero es causaros problemas-dijo Karter dirigiéndose a su habitación y recogiendo algunas cosas suyas-. Pero no esperes que esté lejos de BdS. ¿Quién sabe? La UPD parece interesada en mi, básicamente me tienen como uno de los altos mandos ya. O, quizás, el señor Petrov intente manipularme para ponerme en vuestra contra y que luche a su lado-concluyó sonriendo de medio lado. Raul, enfadado, le cogió del cuello y le puso contra la pared.

-Ten mucho cuidadito de traicionarnos o te rellenaré el cuerpo de plomo antes de que cuentes hasta tres.

Cuando le soltó le empujó contra la puerta y Karter comenzó a reirse de forma burlona mientras se alejaba. A pesar de que parecía muy convencido e impasible ante lo que había ocurrido, en su cabeza rondaban miles de dudas, entre ellas: ¿Qué haría ahora? No tenía dónde vivir, no tenía ningún lugar al que ir ni nada que hacer. Ahora que Raul le había despedido tendría que buscar alguna banda interesada en él o empezar a hacer encargos como mensajero como empezó al llegar a la ciudad. ¿Y si volvía a los Asperones? Al menos podría intentarlo para pasar la noche en algún lugar donde estuviera seguro de que no le pasaría nada, ya que ahora no tendría la protección de nadie y posiblemente el cártel le estaría buscando para vengarse por lo ocurrido en el chalet de Petrov y para terminar lo que Diego había empezado.

Pero, antes de irse, quería hacer una llamada. Mejor dicho, necesitaba hacerla.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Capítulo 24 - El rescate

 -Me alegro de que vuestro reencuentro se haga en un lugar tan favorable-dijo el anciano mirando a Diego Cortés, mirando después a Karter-. Además, así tendremos dos motivos para celebrar esta pequeña reunión-no pudo evitar reirse, aunque poco tiempo-. ¿Tienes algo que decir o prefieres quedarte callado?

-Prefiero no gastar el aliento, bastante dificil cuesta respirar en esta pocilga con tantos cerdos como para encima tener que hablar con ellos-contestó con desprecio. El hombre que le agarraba del brazo le golpeó con su arma en la nuca tirándolo al suelo. Diana, a su vez, intentó soltarse preocupada por Karter, pero solo consiguió que la golpearan en el estómago y cayera al suelo a su lado.

-Qué bonita escena, la parejita tirada en el suelo rindiéndose ante mi, ¿quién lo diría?-rió el anciano nuevamente.

-No se eche flores, abuelo, no sea que le dé un infarto-se burló Karter, quien volvió a ser golpeado por el guardia.

-¿Qué forma es esa de dirigirse al señor Petrov?-dijo enfadado Diego.

-Señor Cortés, no me lance tantos halagos-le inquirió Andrei poniéndose en pie del sillón y acercándose a Karter-. Si de todos modos le voy a dar el honor de liquidar a esta rata escurridiza-sonrió sádicamente-. Ya ha tenido demasiada suerte y nos ha causado demasiados problemas, es hora de que muera.

Karter desvió la mirada a un lado y pudo ver de reojo unas sombras moviéndose en la oscuridad a través de la ventana, pero no parecían guardias ya que se movían como si no quisieran que les encontrasen. ¿Raul? Cabía la posibilidad, pero, ¿cómo sabía que estaban ahí? Fuera quien fuera, parecía ser aliado o, por lo menos, una oportunidad de distraerles y poder escapar. Sonrió levemente sin que no se le notase y luego volvió a mirar a Andrei.

-Así que Andrei Petrov, ¿eh? Ambos somos ratas escurridizas en este mundo. Sí es cierto que me has atrapado, pero no esperes que hoy sea el día en que muera-le miró desafiante, provocando que, lleno de ira, Petrov le diera una patada en la cara.

Le hizo una señal a Diego para que le matara y le entregó en mano su propia pistola. Justo en ese preciso instante, una explosión en el exterior de la mansión interrumpió el momento en que Cortés iba a apretar el gatillo para liquidar al joven y toda la casa se quedó a oscuras. Aprovechando la confusión, Karter se soltó y empujó a Diana a un lado para soltarla, poniéndola de pie y llevándola corriendo hacia el pasillo, poniéndose a cubierto. Poco después empezaron a sonar varios disparos y cristales rotos, al igual que gritos de dolor con el impacto de las balas y sus cuerpos cayendo al suelo. Las luces volvieron a encenderse nuevamente y Karter pudo ver al final el pasillo que habían varios guardias. Tiró de Diana para volver a esconderse en el salón y se encontraron con dos soldados pertrechados con chalecos antibalas y armas automáticas. Diana les reconoció como sus soldados y sonrió aliviada.

-¿Cómo sabíais que...?-empezó a preguntar Diana, pero Karter la interrumpió.

-No tenemos tiempo, será mejor que nos larguemos de aquí cuanto antes-cogió la pistola de uno de los guardias que les retenían y le dio otra a la chica, quien asintió con la cabeza.

Karter fue encabezando al grupo entrando el primero en el pasillo mientras empezaba a disparar a los enemigos que les esperaban. Abatió a dos de ellos y estuvo a punto de abatir un tercero, pero le hirieron en el brazo y tuvo que esconderse, dejando paso a los soldados. Diana se acercó preocupada a Karter mientras disparaba a bocajarro contra los guardias del cártel. Sonó un walkie-talkie de los soldados y se echaron encima de Karter y de Diana como si hicieran de escudos humanos. Una segunda explosión puso fin al tiroteo.

Corrieron a lo largo del pasillo para dirigirse al recibidor donde aun seguían repartiéndose balas hostilmente. La puerta se veía tirada en el suelo rodeada de escrombros, en llamas, mientras el humo se hacía notar un poco dificultando la visión. Más allá de la puerta se podían ver dos coches girados que eran utilizados como escudos por los soldados aliados, quienes se ocultaban detrás cada vez que tenían que recargar o buscar cobertura. A su vez, los enemigos se ocultaban detrás de los muebles, bastante alejados los unos de los otros.

Parecía que no se habían dado cuenta de que Karter, Diana y dos soldados estaban a sus espaldas, a pesar de que los mercenarios de fuera habían cesado los disparos. Karter tosió exageradamente para llamar la atención de los enemigos que quedaban en el recibidor y, cuando estos le miraron, les disparó una bala en la cabeza a cada uno. Acto seguido tiró la pistola al suelo y suspiró.

-¿Y esta es la gente que tanto problema nos trae?-preguntó sarcástico.

-No vayas de machote, te han herido-interrumpió Diana señalándole el brazo-. Vayamos al cuartel más cercano para que te curen la herida y le pediré a alguien que te acompañe a tu casa.

-De acuerdo, aunque antes quisiera saber cómo supieron que estábamos aquí-contestó Karter saliendo al exterior.

-No podemos decirlo, señor-se disculpó uno de los mercenarios.

-¿Por qué no?-le miró serio Karter.

-Porque... es... información confidencial, señor...

-Bueno, entonces decídmelo a mi-ordenó Diana con voz seca y un tono de frialdad en sus palabras-. Y nada de negarse, es una orden, soldado.

Los mercenarios se miraron y luego suspiró el que estaba hablando, comenzando a hablar:

-Interceptamos un vehículo con cuatro integrantes del cártel en Carranque. Uno de los pasajeros, intentando que le perdonáramos la vida, confesó que la fiesta se realizaría en el chalet de Andrei Petrov, aquí mismo.

-¿Por qué motivo iba a celebrar Petrov una fiesta?-preguntó Karter, aunque más para sí mismo que para el soldado.

-Un antiguo aliado de Voronezh está haciendo negocios con Diego Cortés y van a venir pronto a la ciudad-contestó el soldado a la pregunta a pesar de que no iba dirigida para él-. Cuando supimos el paradero decidimos venir a atacar, pero cuando os vimos arrestados por los hombres de Petrov, cambiamos los planes.

-Y, por lo visto, nos hemos desviado demasiado de nuestro objetivo-añadió otro de los mercenarios, algo más alto que el anterior-. Petrov y Cortés han escapado por el patio de atrás.

-No importa, ha merecido la pena perder al objetivo con tal de salvar a la capitana-comentó un tercer soldado bastante corpulento, cuya cara estaba tapada por un pasamontañas, aunque no le cubría una cicatriz que tenía en el ojo izquierdo.

-¡No, no ha merecido la pena!-gritó Diana-. Acabar con Petrov supondría el final de la guerra. Es algo que llevo mucho tiempo esperando, no me importa perder la vida si es por tal causa. Habeis fracasado estrepitosamente.

Dicho esto, Diana volvió a ponerse en marcha caminando por la calle mientras se alejaba de los mercenarios, quienes la miraban atónitos sin entender nada. Karter no pudo hacer nada más que unirse a las miradas confusas de sus subalternos. No entendía por qué se había puesto así, no llegaba a comprender por qué era un fracaso aquello si habían conseguido salvar sus vidas. Una parte de él quería detenerla y aclarar lo ocurrido, pero sabía que aquello la molestaría y eso era algo que nunca se perdonaría a sí mismo. Suspiró y le pidió a un mercenario que le llevase a casa para poder descansar. Aquello le había dejado agotado y necesitaba quitarse una bala del brazo, quizás al día siguiente podría hablar con ella y solucionar lo que había pasado.